El brillo del sol sobre la cruz que adorna el hogar de la Guadalupana parecía el regalo divino que desde el cielo ella envió para todos aquellos que fueron a visitarla.
Con la alegría que solo da el sentir cerca a una madre, don Jesús Valdés, sus hijos y hermanos salieron del templo guadalupano; sus manos se aferraban a la imagen que, asegura, les ha servido de aliento, consuelo y esperanza en los más dificiles momentos.
"La verdad mucha tentación, que bonito es, nunca en mi vida había venido pero ahora me siento muy bien", dice Valdés.
Suave y llena de cariño fue la ultima pieza que este grupo de danzantes regaló a la Morena del Tepeyac, con sus pasos querian mostrale su gratitud, pero tambien animar a quienes no podían levantarse de sus improvisados campamentos, tal vez por el clima o por que la Virgen velaba sus sueños.
"-¿Cómo durmieron?- Con un poquito de frío pero bien, ya ahorita ya nos relajamos, vamos a entrar a dar gracias", asegura Felipe Ortega.
Felipe y sus amigos aprovecharon el calor del sol para doblar sus cobertores, subir a su perrito a la carreola, y pedir salud y trabajo para poder regresar el proximo año.
Miles de veladoras quedaron encendidas en la basílica, en los lugares en donde tradicionalmente acuden de los feligreses esperando milagros y, sobre todo, a pedirle que con su luz ilumine sus caminos.
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Don Constantino García hizo una pausa en su trabajo para ir a felicitar a la Morena del Tepeyac, y rezó en silencio unos breves minutos, los cuales fueron suficientes para reforzara el poder de su fe.
"Con una sensación maravillosa, más liviano, más contento", comparte.
Y la sonrisa se repitió en cada peregrino que obtuvo a cambio de su esfuerzo la paz y tranquilidad que sólo la Guadalupana puede obsequiarle a sus corazones.